CAPITULO IV. EL ROBO

Todo estaba oscuro, así que por fin esa vieja linterna amarilla serviría para algo. A mano derecha encontró un enorme salón lleno de pequeños cajones y cajitas que seguro atesoraban dinero, joyas o tarjetas de crédito. Nervioso, abrió todo lo que pareciese un cofre del tesoro como el que había visto en la última película de Johnny Deep. Cambió surcar los mares por usurpar hogares y el cambio, merecía la pena.
Nuestro ya ladrón había oído que la gente escondía en los mandos de la tele joyas, así que los abrió todos y arrancó las pilas comprobando así, que el ingenio o la riqueza de esa familia no pasaba por eso. Abrió botes de jabón en los baños, miró debajo de los colchones, vació azucareros, y entró en habitaciones azules y verdes llenas de peluches y muñecos que fueron testigo, en silencio, de todos sus movimientos; la ropa, los papeles y las fotos volaban por el aire. Revolver, revolver, revolver y tocarlo todo sin pasar por alto nada, porque todo podía esconder la llave de su futuro. Resultado:

MATERIAL VS.VALOR SENTIMENTAL

2 cadenas de oro, que heredó de su abuela
1 anillo de esmeralda en forma de margarita, que significó un compromiso
1 reloj de señora, recuerdo de su fin de carrera
1 gargantilla de oro macizo italiano que compró en Venecia en su viaje de novios
4 juegos de pendientes de niña, de su hija pequeña
4 sortijas de “Swaroski”, de su primera Navidad en familia
1 collar de perlas “Majórica”, que llevó su madre el día que se casó
2 medallas de oro de recién nacido, de su primer hijo

Para ser la primera vez la noche se había dado muy bien, sin embargo lo atesorado no era suficiente y aún quedaban dos plantas por explorar que seguirían incrementando su ambición y sus ganancias. Mientras, Quico estaba fuera donde había encontrado dos bicicletas (sin percatarse que una de ellas estaba rota y con las ruedas pinchadas), que utilizarían para huir con el botín.
Dos y media de la madrugada.
Tal y como sospechó nuestro joven delincuente no había nadie en la casa, así que a partir de ese momento la exploración sería cómoda y sin incidentes. Respiró aliviado y continuó en la segunda planta.
Alumbrando su camino con la luz titubeante de la linterna fue a parar a una cocina y de ahí a un largo pasillo, con varias puertas que se abrían a cada lado. Era una noche calurosa de agosto y de repente notó en su nuca una pequeña corriente de aire, que le erizó los pelos y le provocó un escalofrío. Los habitantes de esa casa de infinitos pasillos se habían dejado abierta alguna ventana. El pensamiento de no estar sólo le turbó y le paralizó por unos instantes.
-¡Clic-clic-clic! (linterna)
Quizás era mejor andar a tientas y encender la linterna sólo cuando necesitase hacer su composición de lugar.
-¡Clic-clic-clic!
-¡Plash!
Un agudo sonido a madera golpeando en el suelo se quedo retumbando en la cabeza de Antonio. Agarrotado tragó saliva.
-¡Maldita sea!-respiró- qué susto...
Repentinamente, esa casa que parecía inerte con el silencio de la noche empezó a cobrar vida. Una luz al fondo del pasillo se encendió:
-¡Paco, Paco, despierta que tenemos gente en casa! ¡Paco despierta!