Esa misma tarde salieron a correr al polígono industrial con el fin de sentirse en forma y tener la mente despejada: unas carreras por aquí, unos estiramientos por allá y por fin, la hora señalada de la madrugada del sábado. Una y media.
Más serenos de lo que imaginaban se acercaron a la casa que habían vigilado durante días y cerca de su garaje se pusieron los guantes de látex. Habían observado que allí no vivía mucha gente, al menos en verano, y que los que estaban no parecían un obstáculo para sus ambiciones.
Antonio miró atrás una vez más para comprobar que nadie les veía y... ¡ale-hop! de un salto entraron en la propiedad. ¿La casa? bonita, de tres plantas y ladrillo visto. Se trataba de descubrir rápidamente sus puntos débiles y encontrar el camino menos ruidoso para entrar. Era 12 de agosto de 2006.
Haciendo uso de su mala memoria, Antonio, nuestro aspirante a ladrón olvidó todas las herramientas que habían preparado por la tarde y lo único que les acompañaba era una vieja linterna amarilla, rodeada de celo para que no se cayesen las pilas. Este incidente provocó la primera pelea entre nuestros queridos amigos, y un poco de jaleo que sólo alteró al perro de los vecinos, que gruñó para hacerse notar.
A tientas buscaron la manera de entrar en la casa que en principio se alzaba como una gran fortaleza. Quico tropezó con un pico. Un hallazgo muy útil, como más tarde comprobaron, para romper puertas y ventanas.
- Ssssch!
A pesar de haber cuatro coches aparcados en el jardín, creyeron que no había nadie. Ya se sabe que hoy en día, la mayoría de los españolitos utilizan el transporte público para evitar los monumentales atascos de las carreteras veraniegas… ¿no?. Estaban excitados con la idea de ganar en una noche lo mismo que en cinco meses en la obra, y creerse Brad Pitt y George Clooney en Ocean´s eleven les emocionaba. Sin embargo y como en todos los trabajos, para llegar a ser ladrón de guante blanco hay que adquirir oficio desde abajo.
Antonio intentó reventar la primera puerta que encontró con el pico. Uno, dos, tres… ¡plash!, uno, dos, tres… ¡plash!, uno, dos, tres… ¡plash!
- Nada - masticó - Imposible.
La enorme puerta blindada que les iba a conducir a un mundo nuevo lleno de posibilidades, les negaba el acceso a su futuro delictivo. Sin embargo el riesgo, la emoción y sobre todo la recompensa merecían la pena, así que había que encontrar otra manera de penetrar en la casa.
Todas las ventanas excepto una, que no estaba demasiado alta, tenían rejas. Quico, acostumbrado a las alturas, intentó trepar por la pared apoyándose en su compañero, sin embargo la torre humana no fue suficiente para alcanzar su objetivo. Tenían que encontrar una escalera o algo que les alzase un poco más. Sólo un poco más. Estaban muy cerca pero no lo suficiente para llegar a la ventana.
- ¡Creo que he visto una mesa de camping y unas sillas!
Y de esta manera, con una silla encima de una mesa de plástico y con Antonio sosteniendo el conjunto, el escalador intentó otra vez subir a la ventana… una ventana que se encontró cerrada y con la persiana bajada.
Dos de la madrugada.
- La cosa se está complicando más de lo que pensaba- dijo Antonio.
- Habrá que abrir las rejas, ¡pero no sé es cómo!
Silencio.
- … ¡Con un gato! Abajo había coches, ¡coge el pico!.
- ¡Crash!, ¡Crash! , ¡Crash!.
Uno, dos y hasta tres coches crujieron. La alarma de uno de ellos saltó. Antonio, haciendo uso de sus pocos conocimientos de mecánica, abrió el capó y con una tijera podadora silenció el estruendoso pitido. Balance: dos gatos rotos, tres coches en el taller y una nueva bronca entre los amigos.
Por fin y después de tres intentos, las rejas de una pequeña puerta, casi escondida, cedieron. Antonio tan delgado como ágil entró en la casa.Más serenos de lo que imaginaban se acercaron a la casa que habían vigilado durante días y cerca de su garaje se pusieron los guantes de látex. Habían observado que allí no vivía mucha gente, al menos en verano, y que los que estaban no parecían un obstáculo para sus ambiciones.
Antonio miró atrás una vez más para comprobar que nadie les veía y... ¡ale-hop! de un salto entraron en la propiedad. ¿La casa? bonita, de tres plantas y ladrillo visto. Se trataba de descubrir rápidamente sus puntos débiles y encontrar el camino menos ruidoso para entrar. Era 12 de agosto de 2006.
Haciendo uso de su mala memoria, Antonio, nuestro aspirante a ladrón olvidó todas las herramientas que habían preparado por la tarde y lo único que les acompañaba era una vieja linterna amarilla, rodeada de celo para que no se cayesen las pilas. Este incidente provocó la primera pelea entre nuestros queridos amigos, y un poco de jaleo que sólo alteró al perro de los vecinos, que gruñó para hacerse notar.
A tientas buscaron la manera de entrar en la casa que en principio se alzaba como una gran fortaleza. Quico tropezó con un pico. Un hallazgo muy útil, como más tarde comprobaron, para romper puertas y ventanas.
- Ssssch!
A pesar de haber cuatro coches aparcados en el jardín, creyeron que no había nadie. Ya se sabe que hoy en día, la mayoría de los españolitos utilizan el transporte público para evitar los monumentales atascos de las carreteras veraniegas… ¿no?. Estaban excitados con la idea de ganar en una noche lo mismo que en cinco meses en la obra, y creerse Brad Pitt y George Clooney en Ocean´s eleven les emocionaba. Sin embargo y como en todos los trabajos, para llegar a ser ladrón de guante blanco hay que adquirir oficio desde abajo.
Antonio intentó reventar la primera puerta que encontró con el pico. Uno, dos, tres… ¡plash!, uno, dos, tres… ¡plash!, uno, dos, tres… ¡plash!
- Nada - masticó - Imposible.
La enorme puerta blindada que les iba a conducir a un mundo nuevo lleno de posibilidades, les negaba el acceso a su futuro delictivo. Sin embargo el riesgo, la emoción y sobre todo la recompensa merecían la pena, así que había que encontrar otra manera de penetrar en la casa.
Todas las ventanas excepto una, que no estaba demasiado alta, tenían rejas. Quico, acostumbrado a las alturas, intentó trepar por la pared apoyándose en su compañero, sin embargo la torre humana no fue suficiente para alcanzar su objetivo. Tenían que encontrar una escalera o algo que les alzase un poco más. Sólo un poco más. Estaban muy cerca pero no lo suficiente para llegar a la ventana.
- ¡Creo que he visto una mesa de camping y unas sillas!
Y de esta manera, con una silla encima de una mesa de plástico y con Antonio sosteniendo el conjunto, el escalador intentó otra vez subir a la ventana… una ventana que se encontró cerrada y con la persiana bajada.
Dos de la madrugada.
- La cosa se está complicando más de lo que pensaba- dijo Antonio.
- Habrá que abrir las rejas, ¡pero no sé es cómo!
Silencio.
- … ¡Con un gato! Abajo había coches, ¡coge el pico!.
- ¡Crash!, ¡Crash! , ¡Crash!.
Uno, dos y hasta tres coches crujieron. La alarma de uno de ellos saltó. Antonio, haciendo uso de sus pocos conocimientos de mecánica, abrió el capó y con una tijera podadora silenció el estruendoso pitido. Balance: dos gatos rotos, tres coches en el taller y una nueva bronca entre los amigos.
Con uno de los gatos que rompieron intentaron abrir las rejas de hierro de una de las ventanas más bajas, fracasando una vez más.
3 comentarios:
Niña, eres GRANDÍSIMA!!!!!!!!
Tú que me quieres mucho...
Muacks
estoy de acuerdo con ambos
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