miércoles, 21 de junio de 2006

BIG FISH, MI HISTORIA DE AMOR

Siempre he oído que el pez grande se come al chico y de hecho, por eso se hace grande... por eso, y porque no se deja pescar. Igual que el protagonista de "Big Fish", una de las películas geniales del extravagante Tim Burtom. Se llama Ed Bloom, se gana la vida como vendedor, pero su profesión vocacional es la de contar historias fantásticas sobre su cotidianidad: su nacimiento, su gran amor, la salida de su pueblo, o un día de pesca cualquiera.
Historias comunes, como las nuestras, reconvertidas en grandes aventuras de fantasía y misterio. Al fin y al cabo, si son nuestras historias personales y de ellas no depende el curso de la historia de la humanidad, podemos contarlas como queramos. Esta mañana le he preguntado a mi madre cómo se conocieron mis abuelos. Respuesta: "Los dos eran del mismo pueblo, sufrieron la guerra y se casaron mayores*", ¿No hubiera sido más bonito...?: "Tus abuelos se conocíeron de niños y crecieron juntos en un pequeño pueblo de arena, piedra y cierzo. Cuentan que cada vez que soplaba el viento dos almas se enamoraban, y jugando así en el Casal... tus abuelos se empezaron a querer. Crecieron y llegó la guerra que les distanció durante más de dos años porque al abuelo Pedro, que era sastre, le enviaron al frente a remendar los uniformes de los soldados. Mientras, Trini zurcía los calcetines de sus hermanos y escribía cartas de amor. Cuando acabo la guerra, comenzaron su vidas y nací yo".
No es que sea genial, pero sí resulta más especial, ¿no?. He querído también que mi padre me contara cómo conoció a mi madre y la respuesta ha sido contundente: "Llegué a su pueblo y me enamoré de una morena que trabajaba en la tienda de sus padres. Era muy guapa. Ya está". Pues si él dice que ya está, ya está. Pero sigo pensando que cada historia tiene su intrahistoria y si no, hay que inventársela.
Puedo contarte mi historia personal y decirte que viniste a la puerta de mi casa un día de noviembre, llovía y escondías tus ojos detrás de unas gafas empañadas y una gorra Kangol, que más tarde perdiste en un autobús. Si no sonó Fito Paez, sí hablamos de él. ¡Click! nos hicieron una foto, e inexplicablemente se capturó el momento que más veces se ha repetido en nuestra relación: la felicidad. Más tarde Gilda y James Cagney entablarían una relación cibernética, que acabaría uniéndoles hasta el día de hoy. Ese día llovía, pero yo... no me mojé.
*(nota a pie de página: antes casarse mayor era tener 30 años).

5 comentarios:

Tot dijo...

Me ha parecido un post precioso. Me encanta eso de que nuestras historias personales podemos contarlas como queramos!

deniman dijo...

Los detalles íntimos acerca de lo mucho o poco que te excitara aquel día de lluvia estropean el momento poético :oP

Anónimo dijo...

si digo que no se mojó porque llevaba chubasquero creo que empeoro la situación ¿no, deni?

Ya me encargo yo de decir que deni es único contando este tipo de historias y que no paré de acordarme de él durante todo Big Fish.

La Perra de Kenia dijo...

Eres genial! me encanta lo mucho que transmites y no solo por el micro.

Un besote

Faramar dijo...

Bueno... ¡muchas gracias guap@s!

Supongo TOT que las historias son nuestras y de nuestra memoria, la mezcla perfecta para recordarlas como nos hagan más felices.

¡Deni! No le había encontrado el puntillo morboso al asunto, hasta ahora... Mummm ¡Me encanta! Me he reído con tu apreciación.

K. tú también puedes presumir de contador de historias... y de gran capacidad para unir las más dispares.

Perra... ¡eres un solete!

MAREAS

LILANINE. Get yours at bighugelabs.com/flickr