
Escribe el amigo Deni que ha pedido la portabilidad a Yoigo y hoy siente algo así como… desasosiego, dudas, ¿se habrá equivocado? Escribe: ¿será tan cutre como parece? Iba a responder en su blog, pero me ha inspirado mi propia pataleta.
… Me recuerda a las grandes penurias que acabo de pasar con Vodafone, mi actual compañía, hace algo más con Movistar, y anteriormente con la extinta Amena. ¡Lástima que los móviles hayan generado en nosotros su necesidad, o al menos la creencia! porque si no es para mandar a los móviles y sus respectivas compañías a freír espárragos.
Pongamos aquí música de violines llorando:
Todavía recuerdo cuando, casi con lagrimones en los ojos, le pedía a Movistar mi libertad para ir a Vodafone, mientras un ordenador con oídos sordos, no dejaba de llamarme, a cualquier hora, para convencerme de lo contrario. “¿Que por qué?: llevo seis años con vosotros y no me habéis hecho el menor caso, y ahora ¿no podéis vivir sin mí?”, les preguntaba con desespero.
Durante días… y noches, mi móvil estuvo en un ordenador que marcaba mi número en infinitas ocasiones para que un operador me convenciese de lo maravillosos que a partir de ese momentos iban a ser conmigo: me ofrecieron el móvil del momento, un 40% de descuento en mis facturas… sin darse cuenta que al cliente se le gana en el primer minuto, no en el último.
¿Y qué deciros de Vodafone? En un ranking de compañías “sin vergüenza” no sé sí se ganaría el puesto número uno o el dos.
Después de tres largas y tediosas semanas luchando contra la compañía por la suma de varios “lamentables” servicios, concluí en que era una lucha titánica donde el consumidor está totalmente desprotegido.
Llamadas en espera de hasta 17 minutos, cuando por fin consigues hablar con un operador, de repente, si el tema no es del agrado del operador, ¡Clic! ¡Oh vaya, se ha cortado!. Lo vuelves a intentar, con paciencia y tus mejores modales. Sabes entonces, que tu vida durante una hora se paraliza porque tienes una cita con el servicio al cliente de Vodafone y esto exige plena atención. Si preguntas por el servicio de calidad y pones una queja, sólo sirve para que el día de Reyes un ordenador, de nuevo, te llame a las ocho de la mañana y una voz anónima diga:
“- Hemos tomado nota de su queja, su código es xxx. Si quiere más información pulse uno”. El iluso consumidor pulsa el 1 (es decir yo). ¡Clic! ¡Oh vaya, se ha vuelto a cortar!… Y así en repetidas ocasiones. Infinitas diría yo.
Finalmente, después de tres semana peleando con ellos e innumerables llamadas al número de cliente, al de calidad, al de marketing y pasar de operador en operador (al que no puedes poner a parir porque no deja de ser un currito) consiguen agotar tu paciencia. Ellos han ganado. La banca siempre gana. Eso sí, tú pequeño y mísero cliente, ni se te ocurra no cumplir con el contrato de permanencia o tendrás una penalización de 150 “lerus”.