FUERZA MÍNIMA IMPRESCINDIBLE

Y con esta van 200 entradas.
Leo en el periódico que los mercadillos de Covent Garden y Portobello, los más curiosos de Londres, aterrizan en la Plaza de la Paja en Madrid. ¡Bieeen!, cuando estuve en Londres no compré nada en Convent Garden, ni conocí los puestos de Portobello, así que será una buena ocasión para dejarme los cuartos en ropa, discos, o rarezas varias. ¡Quiero gastar!¡gastar!
Estamos a fin de mes, pero este junio voy sobrá. Me daré un caprichito que me queman los lerus en el bolsillo.
Planeo todo para ir al rastro, perderme en el mercadillo y dejarme caer el domingo por el barrio de la Latina, que por cierto, es cosa fina y ayer estaba Gibraltareño, más que nunca, con tanta bandera cruzada. ¡Qué modernidad!¡qué elegancia! y ¡cuánta gafa de pasta!.
Las calles de bote en bote, tanto? que entre zanjas, guiris, bocatas de calamares, y los más modernos de España... no cabía un alfiler.
¡Ay, qué agobio! menos mal que soy muy lista (más que ninguno) y le pego un quiebro a la masa. De pronto... mucho uniforme ¡pero que guapos que están estos polis! tan altos, tan cachas y con esa cara de "¡aquí no pasa ni Dios!". Y yo en mi línea: en babia, ¡bailando con mis musarañas! ¡eso sí, sin dar un paso al frente! que de eso se encargan un madelman.
De repente el suelo tiembla ¡ay que dolor de cabeza! ¿será la gente? ¿el calor? ¿acaso es el cambio climático? ¡Vaya usted a saber! el suelo tiembla y no he bebido. ¡Es el madelman... que quiere bailar conmigo!¡vaya suerte la mía, que he pillaó y con estos pelos!.
El moreno sin delicadeza, me da el giro peonzá ¡qué caracter, señor!! Si hasta Mariano, Mariano, el cero nos habría dado. ¡ y me mareo! ¡y casi me caigo! Pero cualquiera le dice algo... con esta cara pringá. Callo. Me doy media vuelta. Esta vez es un solitario.
Alguien grita:
-¡Es una mierda! no se molesten en entrar.
Taconeo mi pataleta y me voy.

Creo que ayer conocí la fuerza mínima imprescindible de la que presume la policía. Fue mínima, mínima... pero ¿imprecindible? Le preguntaré al Lichis. ¿Quién vigila al vigilante?